Descripción:
Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón (1975) de Albalucía Ángel reconstruye en la conciencia de Ana la historia del fenómeno que se conoció como la Violencia y lo hace con una narración móvil, escurridiza, en constante mudanza, fragmentada, proteica, un flasheo esquizoide de palabras sin aparente columna vertebral, citaciones explícitas e implícitas de voces y discursos, mudanza de focalizaciones, desplazamientos acrobáticos por el tiempo y el espacio, por el sueño y la conciencia. Esta arquitectura textual exige una lectura extremadamente atenta y se convierte en un reto para la comprensión de la obra. Es necesario encontrar el principio estructural de la novela en la situación de enunciación y los cronotopos de la narración para develar la arquitectura narrativa y reorganizar la diégesis. Luego de esto se puede emprender con bases más sólidas la interpretación y valoración de la novela. En este trabajo se logra hacer lo primero y se propone un análisis interpretativo y valorativo de la novela en relación con la lectura que esta hace del fenómeno de la Violencia de las primeras dos décadas de la segunda mitad del siglo XX en Colombia.
Fragmento:
Ya han afirmado algunos críticos que el caos del enunciado es la proyección en el texto del caos de la Violencia; que el enunciado es caótico, inaprehensible, como caótico e inaprehensible fue el fenómeno de la Violencia; que, a la imposibilidad de asir, de interpretar plenamente dicho período de la historia colombiana, se corresponde un enunciado, inasible, difuso, laberíntico. Esta afirmación es cierta, pero no da cuenta de las implicaciones profundas que encierra la estructura de la novela. Esta aparente inasibilidad del enunciado, recurso que propone en la ficción la imposibilidad de entender el proceso histórico que nos llevó a convertir al país en un teatro del horror, es, más allá de dicha representación, la expresión de una juventud en evasión de sus responsabilidades históricas. El caos del enunciado es el resultado de la modorra de un narrador dormilón y perezoso, representación textual de una juventud que, habitando la barbarie desde su más tierna infancia, renunció a la lucha y se condenó a la inacción, a la modorra.
Ana representa la conciencia lacerada, en evasión, de la juventud que, después de padecer el horror de la violencia y la injusticia social, después de haber logrado alguna lucidez histórica y una conciencia política, vio cerrados todos los caminos de participación política y de oposición al deteriorado sistema socio-político. Este padecimiento continuo de la violencia y de la injusticia social, y el reconocimiento de la clausura de las posibilidades de participación política legal, dejó a esta juventud colombiana frente a dos alternativas: lucha desde la clandestinidad o renuncia a la participación política. Quienes superaron sus propios obstáculos (miedo, apego a la comodidad del mundo familiar, falta de convicción y de esperanza, etc.) ingresaron a la lucha clandestina; quienes no pudieron superar el miedo o renunciar a la comodidad de sus hogares, renunciaron a la lucha política, y, acompañados de un sentimiento de impotencia que, en algunos casos, se tradujo en un escepticismo vital, se autocondenaron a la inacción política, a la modorra. Ahí la metáfora de la cama, el sentido profundo del caos del enunciado. Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón se construye desde esta óptica, desde esta concepción de mundo, desde esta lógica de la renuncia, de la inacción, del desencanto.